Que no os engañen. El tiramisú es sencillo de hacer. Tan fácil como A-B-C. No como leer el ABC, eso puede ser jodido que te cagas, en comparación.
El tiramisú es uno de los muchos platos que están diseñados por capas, en este caso 3. Se preparan por separados y se montan. Y se acabó. A ver qué os parece.
Capa A: Bizcochos de los normales (vainillas creo que los llaman en algún sitio…), remojados en café solo con un chorrito de ron. Única precaución: que el café esté frío para que el bizcocho no se deshaga nada más sumergirlo.
Capa B: Batimos dos yemas con dos cucharadas de azúcar hasta que palidezcan. Añadimos 250 gr (vamos, un envase de los normales) de mascarpone, un chorrito de Fra Angelico (sí, lo sí, lo sé, esta receta no es para abstemios… qué queréis que os diga, el que esté libre de pecado…). Bien mezclado, que quede homogéneo. Luego montamos las dos claras con una cucharada más de azúcar e incorporamos a la mezcla anterior. No es difícil. Sólo se ensucia un poquito.
Capa C: Chocolate negro rallado. Full stop.
Y nada, a montar en un recipiente rectangular o cuadrado, ya como veáis (improvisad!!!), por capas ABCABC… hasta que se os acaben los ingredientes.Seis horas de frigorífico, y a meter la cuchara.
Eso sí. Fundamental. Importantísimo. NUNCA os quitéis importancia por haber hecho tiramisú. Vale que es fácil, vale que hasta un diputado sería capaz de hacerlo. Pero luce demasiado, así que cuando presentéis el resultado, aseguraos de poner jeta de «me he tirado quince horas preparando esto… más vale que todos me digáis que esté de muerte»!!!