El extraño y alucinado universo de Danny MacGill

octubre 17, 2008

Relato: ¿Qué estás pensando?

J parecía un tipo normal. De hecho lo era, al menos bastante. Sólo había algo en lo que era diferente de cualquier otra persona. Algo que nadie, ni tan siquiera su mujer, sabía: J podía leer las mentes. No en plan peliculero, no… J no escuchaba físicamente los pensamientos de la gente. Era un proceso complejo, que él mismo no entendía muy bien. Su memoria archivaba y procesaba pequeños gestos, movimientos involuntarios, inflexiones sutiles de voz,… Y sin quererlo ni pretenderlo podía saber cuándo alguien le estaba intentando mentir. Y casi siempre sabía qué era lo que realmente pensaba.

La capacidad de J para leer mentes no era algo premeditado, ni buscado, ni entrenado. Simplemente ocurría. Y, como casi todo en la vida, tenía consecuencias. Tres, para ser precisos. La primera consecuencia de su habilidad fue la formulación de sus dos (casi)leyes del comportamiento humano:

-) PRIMERA: (Casi) Todo el mundo se cree más listo de lo que en realidad es. La parte divertida de todo esto para J era comprobar cómo intentaban engañarle, y lo sencillo que resultaba a su vez hacerles pensar que se tragaba el anzuelo. J obtenía una gratificante sensación cuando comprobaba cómo se inflaba el ego del mentiroso, para luego buscar la frase precisa, lapidaria, que le pinchase el globo sin margen de error.

-) SEGUNDA: (Casi) Todo el mundo cree que conoce bien a las personas. A J le encantaba la gente que se pavoneaba de lo bien que calaba al resto del personal con una sola mirada. Podía leer la inquietud, la zozobra, el terrible miedo a ser engañados que los atenazaba. Era tan, tan divertido.

La segunda consecuencia era que J resultaba un auténtico peligro cuando había naipes y dinero de por medio. Esto era útil, pero escasamente divertido. Además tenía la sensación de estar haciendo trampas, o al menos algo malo. Porque la tercera consecuencia era que, en general, se sentía un intruso cuando los demás le abrían su pensamiento. Pero, siendo honestos, ¿qué podía hacer? Era como si alguien se empeñase en gritarle al oído mientras él se obstinaba en no escuchar.

En los momentos en los que su conciencia se hacía más patente, J intentaba engañarse pensando que, en realidad, todo el mundo era como él, y que aceptábamos tácitamente una mentira colectiva para hacer soportable la existencia. Pero entonces se lo repetía delante del espejo. Y veía cinco signos de que estaba mintiendo, y al menos tres que dejaban claro qué pensaba realmente.

Finalmente J encontró la solución la tarde que su esposa volvió de pasar el fin de semana en la playa con su mejor amiga. Estaban sentados en el salón, ella le contaba todas las cosas que había hecho y, de repente, lo entendió. Se levantó sonriente y se encaminó hacia la cocina, ante el estupor de su mujer, que no sabía que hacer con el resto de las anécdotas cuidadosamente tejidas.

J cogió un tenedor y se lo clavó en ambos ojos.

Este relato pertenece a “El Club de los Jueves” (03/07/08). Tema propuesto: Superpoderes.

2 comentarios »

  1. Creo que j se hubiera ahogado en mierda ajena si se hubiera paseado por la comu durante estos últimos e ilustrativos días que ya nos dejan. Ser J es muy peligroso, sobre todo para el mismísimo J.

    Recuerdo haber leído este relato en su momento, y me gustó. Hoy me gusta todavía más.

    Cheers, mate!

    Comentarios por Odys — octubre 18, 2008 @ 3:13 pm | Responder

  2. Recuerdo que tu comentario de entonces me hizo ilusión. Y el de ahora me hace aún más. 😀 Y coincido contigo, no hay a veces mayor maldición que saber… You take care, big boy!

    Comentarios por dannymacgill — octubre 22, 2008 @ 9:41 pm | Responder


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